lunes, 23 de noviembre de 2009

CONSEJOS DE ESCULAPIO


¿Quieres ser médico, hijo mío?

¿Has pensado bien en lo que ha de ser tu vida? Tendrás que renunciar a la vida privada; mientras la mayoría de los ciudadanos pueden, terminada su tarea, aislarse lejos de los inoportunos, tu puerta quedará siempre abierta a todos; a toda hora del día o de la noche vendrán a turbar tu descanso, tus placeres, tu meditación; ya no tendrás hora que dedicar a la familia, a la amistad o al estudio; ya no te pertenecerás.

Los pobres, acostumbrados a padecer, no te llamarán sino en casos de urgencia; pero los ricos te tratarán como esclavo encargado de remediar sus excesos; sea porque tengan una indigestión, sea porque estén acatarrados; harán que te despierten a toda prisa tan pronto como sientan la menor inquietud, pues estiman en muchísimo su persona. Habrás de mostrar interés por los detalles más vulgares de su existencia, decidir si han de comer ternera o cordero, si han de andar de tal o cual modo cuando se pasean. No podrás ir al teatro, ausentarte de la ciudad, ni estar enfermo; tendrás que estar siempre listo para acudir tan pronto como te llame tu amo.

Eras severo en la elección de tus amigos; buscabas a la sociedad de los hombres de talento, de artistas, de almas delicadas; en adelante, no podrás desechar a los fastidiosos, a los escasos de inteligencia, a los despreciables. El malhechor tendrá tanto derecho a tu asistencia como el hombre honrado; prolongarás vidas nefastas, y el secreto de tu profesión te prohibirá impedir crímenes de los que serás testigo.

Tienes fe en tu trabajo para conquistarte una reputación; ten presente que te juzgarán, no por tu ciencia, sino por las casualidades del destino, por el corte de tu capa, por la apariencia de tu casa, por el número de tus criados, por la atención que dediques a las charlas y a los gustos de tu clientela. Los habrá que desconfiarán de ti si no gastas barbas, otros si vienes de Asia; otros si crees en los dioses; otros, si no crees en ellos.

Te gusta la sencillez; habrás de adoptar la actitud de un augur. Eres activo, sabes lo que vale el tiempo, no habrás de manifestar fastidio ni impaciencia; tendrás que soportar relatos que arranquen del principio de los tiempos para explicarte un cólico; ociosos te consultarán por el solo placer de charlar. Serás el vertedero de sus disgustos, de sus nimias vanidades.

Sientes pasión por la verdad; ya no podrás decirla. Tendrás que ocultar a algunos la gravedad de su mal; a otros su insignificancia, pues les molestaría. Habrás de ocultar secretos que posees, consentir en parecer burlado, ignorante, cómplice.

Aunque la medicina es una ciencia oscura, a quien los esfuerzos de sus fieles van iluminando de siglo en siglo, no te será permitido dudar nunca, so pena de perder todo crédito. Si no afirmas que conoces la naturaleza de la enfermedad, que posees un remedio infalible para curarla, el vulgo irá a charlatanes que venden la mentira que necesita.

No cuentes con agradecimiento; cuando el enfermo sana, la curación es debida a su robustez; si muere, tú eres el que lo ha matado. Mientras está en peligro te trata como un dios, te suplica, te promete, te colma de halagos; no bien está en convalecencia, ya le estorbas, y cuando se trata de pagar los cuidados que le has prodigado, se enfada y te denigra.

Cuanto más egoístas son los hombres, más solicitud exigen del médico. Cuanto más codiciosos ellos, más desinteresado ha de ser él, y los mismos que se burlan de los dioses le confieren el sacerdocio para interesarlo al culto de su sacra persona. La ciudad confía en él para que remedie los daños que ella causa. No cuentes con que ese oficio tan penoso te haga rico; te lo he dicho: es un sacerdocio, y no sería decente que produjera ganancias como las que tiene un aceitero o el que vende lana. Te compadezco si sientes afán por la belleza; verás lo más feo y repugnante que hay en la especie humana; todos tus sentidos serán maltratados. Habrás de pegar tu oído contra el sudor de pechos sucios, respirar el olor de míseras viviendas, los perfumes harto subidos de las cortesanas, palpar tumores, curar llagas verdes de pus, fijar tu mirada y tu olfato en inmundicias, meter el dedo en muchos sitios. Cuántas veces, un día hermoso, lleno de sol y perfumado, o bien al salir del teatro, de una pieza de Sófocles, te llamarán para un hombre que, molestado por los dolores de vientre, pondrá ante tus ojos un bacín nauseabundo, diciéndote satisfecho: "Gracias a que he tenido la preocupación de no tirarlo". Recuerda, entonces, que habrá de parecer que te interese mucho aquella deyección. Hasta la belleza misma de las mujeres, consuelo del hombre, se desvanecerá para ti. Las verás por las mañanas desgreñadas, desencajadas, desprovistas de sus bellos colores y olvidando sobre los muebles parte de sus atractivos. Cesarán de ser diosas para convertirse en pobres seres afligidos de miserias sin gracia. Sentirás por ellas más compasión que deseos. ¡Cuántas veces te asustarás al ver un cocodrilo adormecido en el fondo de la fuente de los placeres!

Tu vida transcurrirá como la sombra de la muerte, entre el dolor de los cuerpos y de las almas, entre los duelos y la hipocresía que calcula a la cabecera de los agonizantes; la raza humana es un Prometeo desgarrado por los buitres.

Te verás solo en tus tristezas, solo en tus estudios, solo en medio del egoísmo humano. Ni siquiera encontrarás apoyo entre los médicos, que se hacen sorda guerra por interés o por orgullo. Únicamente la conciencia de aliviar males podrá sostenerte en tus fatigas. Piensa mientras estás a tiempo; pero si indiferente a la fortuna, a los placeres de la juventud; si sabiendo que te verás solo entre las fieras humanas, tienes un alma bastante estoica para satisfacerse con el deber cumplido sin ilusiones; si te juzgas bien pagado con la dicha de una madre, con una cara que te sonríe porque ya no padece, o con la paz de un moribundo a quien ocultas la llegada de la muerte; si ansías conocer al hombre, penetrar todo lo trágico de su destino, ¡hazte médico, hijo mío!

IATRON

FIN DE CURSOS INSTITUTO POTOSINO 2008

Muy buenos días tengan todos ustedes.

Es un honor para mí, a nombre de quienes formamos la generación 2005-2008 del Instituto Potosino-Colegio Champagnat, dirigirme a las autoridades que residen este acto y a quienes forman la comunidad educativa del colegio, y lo hago con afecto, con algo de nostalgia y con la esperanza puesta en el futuro.

Tres años han pasado desde que pisamos por primera vez, el imponente edificio blanco, sede de la preparatoria marista. Y aunque la construcción ya tenía varios años, para los que entrábamos a esta etapa de nuestra vida, era completamente desconocido, nos preguntábamos: ¿Cómo serían las cosas en la nueva sección del Instituto Potosino?, ¿Qué maestros íbamos a tener?, ¿Cómo nos iría a ir?, ¿Qué compañeros vendrían de otros colegios?.

Quizá nos hacíamos estas preguntas con cierto temor y recelo, al mismo tiempo que sonreíamos, al ver que algunas personas que ya nos habían acompañado los 3 años anteriores, seguían con nosotros y nos sentíamos alegres de que fuera así. O por el contrario veíamos que otras personas, ya no estaban; habían elegido un camino diferente.

Para algunos de nosotros ya hace seis años que experimentamos algo similar pero quizá más fuertemente, pues llegábamos por primera vez al edificio en Cuahutémoc 705 y la inseguridad tal vez era mayor, ya que veníamos de lugares completamente diferentes.

Hoy hace ya 2190 días que en aquél agosto del año 2002, nos encontrábamos en un aula, por primera vez con 49 personas completamente desconocidas y a lo mejor teníamos miedo de socializar con ellos, pero hoy aquellos “extraños”, en ese salón con el que no estábamos familiarizados, son personas que nunca olvidaremos en nuestra vida.

Aunque para mí, y tal vez para algunos de ustedes, este recuerdo parece que fuera ayer, no lo es, y hoy, a pesar del tiempo transcurrido, revive ese sentimiento en cada uno de nosotros.

Únicamente que las preguntas que nos hacemos ahora son distintas y aparecen en nuestra mente con una resonancia más grande y con una dosis de incertidumbre enorme.

En primerísimo lugar viene la pregunta: ¿Pasaré mi examen de admisión?, una pregunta que nos hacemos incluso antes de elegir la carrera que vamos a estudiar. En segundo lugar nos cuestionamos si podremos acabar la carrera al mismo nivel que nos preguntamos si habremos hecho la decisión correcta al escoger lo que vamos hacer el resto de nuestras vidas… Y finalmente aparece la pregunta más importante, la que nos atormenta más y que de seguro nos hemos preguntado desde niños pero nunca de manera tan seria, realista y preocupante, como ahora: ¿Podré vivir, por lo menos de manera semejante a la que vivo ahora con mi familia? O incluso: ¿Será posible vivir mejor?.

Es muy común oír comentarios banales de quienes dicen: “Cuando sea millonario, o cuando sea rico, voy a hacer tal o cual cosa y voy a tener tal cantidad de bienes materiales”… Pero es muchísimo más común escuchar las mismas palabras viniendo de nuestra propia boca.

Hoy estoy aquí frente a ustedes para compartirles dos mensajes: nos encaminamos a un mañana inquietante, turbio y difícil. Y después de seis años saldremos al mundo real, un mundo al que no le importa de donde vengamos y para el cual necesitamos estar preparados y luchar por ser el número uno.

Un mundo en donde se aplica, en cierta medida, la teoría del británico Charles Darwin relacionada con la supervivencia del más fuerte.

Es muy divertido imaginarnos con una mansión y un carrazo viviendo en un lugar de primer mundo… pero la realidad es otra: no va a ser tan fácil como creemos.

No les estoy diciendo que sea imposible realizar nuestros sueños. Sin embargo debemos sacar lo mejor de nosotros y siempre seguir caminando con la vista enfocada hacia adelante, no hacía atrás, lo que importa es el presente y preparar nuestro futuro, el pasado ya es historia. Permítanme citar una frase del último ejemplar de una revista en los años 70 llamada El Catálogo de Toda la Tierra. Mi primer mensaje es: “Sigan hambrientos, Sigan Curiosos”.

Empezamos una nueva etapa de nuestra vida, tal vez la más importante, pues nos preparamos para vivir la vida por nuestra cuenta, creciendo como personas, para que al final del camino estemos tranquilos y satisfechos de lo realizado antes del día partir, pues pudimos ver a nuestros hijos construir su propia historia, tal vez incluso de mejor manera que nosotros mismos y así podamos decir con satisfacción y una gran sonrisa en los labios: “no he vivido en vano”.

Antes de concluir mi intervención, quiero dar gracias: primero que nada gracias a Dios, que nos ha permitido llegar a este momento. Muchas gracias al Instituto Potosino que nos impulsó a crecer, gracias a sus directivos; gracias a los maestros y a todo el personal del colegio, ya que ellos son parte esencial de nuestra formación como alumnos y como personas.

Muchísimas gracias a mis amigos y conocidos, esos extraños a los que nunca olvidaré… Y en forma especial quiero agradecer a mis padres, ya que ellos siempre me han brindado el apoyo, la ayuda y los consejos más valiosos que he escuchado, ya que sin ellos, antes que nada, no estaría en este mundo.

Finalmente el segundo mensaje que quiero compartirles lo escuché de mi profesor de matemáticas en el segundo semestre de 4º, él nos dijo más o menos así: “Yo no les deseo suerte, ya que la suerte es algo secundario y no depende de uno, en cambio si les deseo éxito ya que el éxito no depende de nadie más que de uno mismo y eso es lo que realmente vale”.

Así que hoy yo no estoy aquí para decirles a ustedes “suerte”.Estoy aquí para decirles “éxito”.

El éxito que implica esfuerzo, determinación y trabajo constante. Éxito que después debemos compartirlo con los demás, siendo fieles al ideal formativo marista, el cual se fundamenta en la inspiración educativa de San Marcelino Champagnat: “Formar buenos cristianos y virtuosos ciudadanos”, para la vida entera.

Muchas gracias por el favor de su atención.

ADOL GUZMAN RASILLO